
¿Has visto crecer la hiedra en la pared, plantado lentejas en un bote de cristal y aún recuerdas el picor del césped en las noches de verano?
¿Eres un cocinillas con tomillo en el balcón, una apasionada de los jardines verticales, las palmeras en la nieve y el fucsia flúor de las buganvilias en verano?
¿Eres el listillo que sabe que Poinsettia es flor de Pascua, el romántico al que se la colaron con una de plástico, la chica que seca pétalos de flor para no olvidar que incertidumbre es sustantivo cercano a la libertad?
Desconozco los motivos por los que la gente compra o regala flores pero la historia de nuestra humanidad está llena de verde que te quiero verde. Desde Adán, Eva y su Jardín del Edén pasando por los girasoles de Van Gogh, “Dos gardenias para ti” y ese amor por la #monstera que hoy inunda Instagram, las flores y plantas nos acompañan.
En el Tour de France y en las Olimpiadas, cuando dices “sí, quiero” y en el último adiós, en tocados, restaurantes y camisas, manualidades, brotes verdes en política y en las rosas de plástico que un vendedor te ofrece mientras cenas pollo al curry con tu persona favorita.
«Si quieres ser feliz una hora, bebe un vaso de vino; si quieres serlo un día, cásate; si quieres que sea para toda la vida, hazte jardinero», dice el proverbio chino que encontré en «Jardinosofía».
Fotografía: Antigua, Guatemala, La Escalonia. Julio 2016.